Fue
a su cuarto y se encontró a su extraño compañero de cuarto poniéndose el
pijama.
--Hola—le
dijo.
La
hora de acostarse era la única en la que cruzaba una o dos palabras con él,
pero no más, o sino los otros chicos podrían creer que Iván le caía bien y le
dejarían de hablar.
--Hola—contestó
Iván con su imperturbable tono de voz.
A
Luis se le ocurrió que aquella era la ocasión perfecta para indagar algo sobre
él, tenía la mejor excusa.
--¿no
bajarás a hablarle a tus padres?
--Mmmm,
no.
--¿Por
qué no?
--Porque
no.
Era
más fácil hacer hablar a las piedras. Cambió de tema, a ver si lograba
distraerlo de ese modo y después, intentaría de nuevo.
--¿Ya
terminaste el libro que estabas leyendo?
--Ya,
es la segunda vez que lo leo.
--¿En
serio? ¿Lees los libros dos veces?—preguntó Luis con sincera sorpresa.
Iván
intentaba doblar su camisa sobre la cama sin conseguir que quedara bien,
haciéndoa, deshaciéndola y rehacíendola una tras otra vez.
--Sí,
¿tú no?
--Estás
loco, si hiciera eso no podría leer otros libros.
--¿y
si el libro te ha gustado mucho?—preguntó Iván interrumpiendo su tarea por un
momento.
--Pues ya lo tengo en mi cabeza, puedo recordarlo cada vez que quiero.
--Pero
no exactamente igual.
--Pero
da lo mismo, ya sé que pasa. Además, yo sólo leo libros gruesos—dijo con
autosuficiencia. Por fin podía presumir de sus dotes literarias—he leido libros
de setecientas páginas y eso, porque no he encontrado más gruesos, pero tenía
la letra pequeña así que pude ser de ochocientas.
--¿En
verdad?—preguntó Iván impresionado--¿y cuánto te llevó leerlo?
--Pues…--dijo
Luis tornando los ojos mientras intentaba recordar—tal vez cien noches, no sé.
--¿Y
la historia era buena?
--Ahmm,
pues sí…era sobre un…psicópata-dijo añadiéndole especial intensidad a la última
palabra. Ahora estaba en donde quería, había dado en el clavo para saber algo
más sobre Iván—y quería matar a su inquilino. Al principio todo era
aburridamente normal y descriptivo y pensé que iba a tener unos dieciocho años
cuando terminara el libro, pero por la mitad se pone muy bueno.
--¿Y
qué ocurrió?—preguntó Iván, olvidando lo que hacía y jalando una silla para
escuchar la historia. Luis se sentó en la orilla de su cama permanente—no había
dormido en la otra desde la llegada de Iván—y prosiguió:
--Pues
un día el psicópata decidie que ya llegó la hora de matar al Mirkoff, su
inquilino, y planea tenderle una trampa…pasa horas en eso, pero es realmente
entretenido y es tan obvio, pero Mirkoff no lo sabe y va tan tranquilo!
Iván
abrió aún más sus grandes ojos con las palabras de Luis. Ciertamente, el chico
tenía una habilidad natural para contar historias, entretener a la gente,
aunque no se daba cuenta de eso pues en casa no tenía a nadie con quién hablar
de eso. Disfrutaba tener a un publico, aunque fuese de una persona.
--Cada
paso y acción que Mirkoff hace está planeada y ya sabes que las cosas irán mal
¡sí lo sabes! Y el libro te mantiene tan tenso que me parece que llegué a
sudar, pero Mirkoff también es inteligentísimo y se da cuenta de que algo
ocurre, pero son detalles pequeñísimos que a ti se te olvidan…entonces es
cuando tiene sentido la primera parte del libro, es aburrida a propósito para
que se te olvide que ya te dijeron eso con lo que Mirkoff descubré que lo
quieren matar. Pero Dillon, el psicópata, no se le da nada y nota que Mirkoff
lo ha pillado y… no puedo decirte lo que pasa.
--
¿Por qué no?—dijo Iván, cambiando el tono de voz por vez primera—Mirkoff se
salva no? El protagonista siempre se salva.
--Bueno,
no puedo decírtelo porque te arruinaría la historia.
--Pero
no conseguiré el libro, jamás sabré que pasa.
Luis
se lo pensó un poco, porque si Iván lograba conseguir el libro entonces ya no
tendría caso leer las partes aburridas y luego las divertidas si de todos modos
ya sabía el final.
--Anda—insistió
Iván—cuéntame y te doy algo.
--¿qué
me darás?
--primero
dime si Mirkoff se salva, aunque seguro que se salva.
La
oferta era tentadora, tenía que saber qué e ofrecía Iván, podía ser algo
estupendo o un engaño. Se lo pensó un momento y concluyó que no perdía nada
arruinándole el final, total, muy problema de Iván.
--Bueno,
Mirknoff logra avisarle a la policía y llegan
--Já!
Lo sabía—interrumpió Iván, triunfal
--Pero
llegan tarde, Dillon mató a Mirknoff.
--No—pronunció
Iván, descreído.
--Sí—sostuvo
Luis—lo hizo de la misma forma en que unos asesinatos extraños mencionados muy
al principio ocurrieron. Siempre era así, la policía llegaba tarde y Dillon se
escapa y se iba a otro lugar a matar a alguien más. Así había sido, por diez
años y seguiría igual, porque los policías son muy tontos para descubrirlo.
Los
chicos se quedaron en silencio unos segundos y Luis agregó:
--¿Qué
me darás?
Otro
silencio.
--¿Crees
que esté basado en hechos reales?—preguntó Iván.
--Sería
de miedo—Luis sintió un escalofrío recorrer su espalda tan sólo de imaginarlo.
--Bueno,
yo leí una historia que lo estaba, esa era la peor parte…
Iván
comenzó a contarle el relato, después conversaron sobre asesinatos extraños y
crímenes sin resolver, sobre la calle Morgue, sobre sus animales favoritos y
sobre el hecho de que Iván siempre había querido un perro, pero sus padres no
lo dejan porque decían que eran muy sucios. Luis le contó sobre Trufa, su
Cocker Spaniel y unos peces de su hermano, que murieron a las tres semanas de
comprarlos porque siempre olvidaba cambiarles el agua o alimentarlos.
Luis
decidió que Iván no era tan aburrido como parecía, ni tan raro; simplemente era
de esas personas a las que no les gustaba hablar mucho al principio, pero una
vez que se les conocía mejor eran como los demás. Iván era incluso un poco
mejor, porque sabía buenas historias, aunque no fuesen de libros gruesos.
Pasó
la hora de dormir y ellos continuaban
hablando hasta que un instructor llegó a interrumpirlos.
--¿Qué
hacen aún despiertos? Mañana no querrán levantarse y no los esperaremos si se
retrasen, debemos tomar el autobús para ir a la Costa.
Los
no se habían percatado de la hora que era, incluso les hubiese gustado seguir
charlando y hablando de fantasmas y apariciones, pero el instructor les obligó
a apagar las luz y no les quedó más remedio que dormir.
Luis
se tapó hasta los ojos, le gustaba sentir las cobijas en su cara, era como
aislarse del resto del mundo y estar protegido. Asomó un poco la nariz y en la
oscuridad vio que Iván se había vuelto de lado.
--¿Qué
vas a darme?
No
le contestó. Creyó que Iván se había quedado dormido por lo mucho que tardó en
decir algo.
--No
sé, en realidad no tengo nada.
Fantástico.
Iván se cubrió por completo para que Luis no molestara y este hizo lo mismo,
sintiéndose un tonto por haberle develado el final a su compañero.
“Como
quiera, el sólo se arruinó la historia” pensó.
Una
vez que la charla cesó los muchachos se quedaron profundamente dormidos y no se
escuchó nada más, sino su respiración.
Creditos de las Fotos: Desconocidas, encontradas en la web. Yo no soy la autora de ellas.
Creditos de las Fotos: Desconocidas, encontradas en la web. Yo no soy la autora de ellas.